La salud mental representa un pilar fundamental en el desarrollo de las personas, especialmente de los jóvenes que se encuentran en una fase crucial de transición y formación. Sin embargo, diversos estudios han puesto de manifiesto que los estudiantes de educación superior en Chile se ven afectados por elevados niveles de estrés, ansiedad, depresión y otros trastornos psicológicos que inciden directamente en su calidad de vida, desempeño académico y permanencia en el sistema educativo.

Los determinantes que influyen en la salud mental de estos estudiantes son multifacéticos y complejos, abarcando factores individuales, familiares, sociales, económicos, culturales e institucionales. Entre estos elementos se cuentan la presión por alcanzar el éxito académico, la carencia de apoyo emocional, la dificultad para conciliar estudios, trabajo y vida personal, la autoestima debilitada, la carga de deudas, la discriminación, la violencia, y la inestabilidad política y social.

En respuesta a esta problemática, las instituciones de educación superior tienen un rol esencial que desempeñar para promover el bienestar y la salud de sus estudiantes. Esto va más allá de una mera intervención asistencial, abrazando una visión preventiva y promocional. Este enfoque reconoce que la salud mental no solo atañe a un individuo, sino que es un asunto colectivo y social, demandando estrategias integrales e intersectoriales que involucren a toda la comunidad educativa.

Existen diversas estrategias que estas instituciones pueden adoptar para optimizar la salud y bienestar de sus estudiantes:

  1. Fortalecimiento de los Servicios de Salud Mental: Asegurar que los servicios de salud mental estén al alcance de todos los estudiantes, garantizando calidad y prontitud. Esto requiere contar con profesionales cualificados, instalaciones adecuadas y recursos suficientes para brindar atención psicológica, psiquiátrica y psicosocial a quienes lo necesiten.
  2. Programas de Prevención y Promoción: Desarrollar programas que se dirijan a toda la población estudiantil, promoviendo el autocuidado, la resiliencia, la convivencia positiva, la participación y el empoderamiento. Estos programas pueden comprender talleres, charlas, campañas, actividades recreativas y culturales, entre otras iniciativas.
  3. Integrar la Salud Mental en el Currículum Académico: Sensibilizar y formar a los docentes acerca de la salud mental y promover enfoques pedagógicos que favorezcan el bienestar de los estudiantes. Esto implica evitar la sobrecarga académica, fomentar la retroalimentación constructiva, promover el trabajo colaborativo y facilitar la flexibilidad curricular.
  4. Fomentar el Diálogo y la Participación: Establecer canales de comunicación y espacios para la participación de diferentes actores en la comunidad educativa, incluyendo estudiantes, docentes, directivos y personal administrativo. Esto permitirá identificar las necesidades, demandas y propuestas relacionadas con la salud mental de los estudiantes.
  5. Alianzas Intersectoriales: Colaborar con otras entidades sociales como familias, organizaciones estudiantiles, redes comunitarias y servicios públicos, con el objetivo de coordinar acciones que mejoren las condiciones sociales que influyen en la salud mental de los estudiantes. Esto incluye promover la coordinación intersectorial e interinstitucional para abordar cuestiones como la equidad educativa, financiamiento estudiantil, seguridad ciudadana y participación política.

El bienestar de los estudiantes de educación superior en Chile constituye un desafío que requiere la implicación y responsabilidad de todas las partes interesadas. Las instituciones de educación superior tienen la oportunidad de liderar este proceso y convertirse en agentes de cambio social, contribuyendo a la formación de ciudadanos saludables, críticos y solidarios.