Eso me dijo un directivo de una universidad con quien conversaba durante la última semana.
«Isaías, tenemos el desafío de mejorar la empleabilidad de nuestros estudiantes, quienes vienen en su mayoría de grupos sociales menos favorecidos, por lo que les cuesta más lograr mejores trabajos, salarios más altos y, por lo tanto, que sus estudios puedan generar la movilidad social que tanto esperamos», me dijo esta persona.
Pero ¿qué hacen las instituciones para mejorar o apoyar la empleabilidad de sus estudiantes? Bueno, la mayoría tienen ferias laborales para dejar sus curriculum u hojas de vida y entrar a «la fila» de postulantes. También realizan talleres para enfrentar las entrevistas laborales o un buen CV.
Y ahí es dónde me pregunto, ¿es que no saben las instituciones que el 85% de los trabajos se encuentra por redes de contactos directos y no en plataformas de empleo?
Si las instituciones educativas lograran transformarse en verdaderos hubs de conexiones humanas, relacionamiento y vínculos reales, entonces las personas tendrían acceso al grueso de las oportunidades de trabajo que se ofertan, mejorando no solo su empleabilidad, sino también sus ingresos, ya que las personas con mejores redes ganan un 37% más que aquellos que no cuentan con dichas relaciones.
Sin embargo, la educación formal, en su mayoría, sigue formando a personas que se deben poner a la fila de las oportunidades, en vez de estar en el flujo de directo de éstas. ¿Por qué las ciudades grandes tienen más oportunidades que las más pequeñas? la respuesta es sencilla: porque hay más personas.
Entonces, las instituciones de educación superior y, por cierto, las personas, si participamos en instancias de mayor relacionamiento (no de transacciones, sino de relaciones) estaremos siendo parte de los sistemas que han funcionado desde el inicio de la humanidad: el poder de ser parte del clan.
Qué bueno sería para los estudiantes si sus instituciones les enseñaran a relacionarse socialmente, a tener amigos y cultivarlos, a escuchar con atención y saber mirar a quien tiene en frente, en vez de ser experto en selfies que no permiten mirar el horizonte de oportunidades.
En un mundo donde el conocimiento está a un click de distancia y habita en la palma de la mano de la mayoría de las personas, ese bien tan preciado y que por tanto tiempo fue monopolio de algunas instituciones del saber, ya no marca la diferencia, sino que son las redes, las personas que conocemos, quienes confían en nosotros y nosotros en ellas, donde radican las oportunidades para una mejor vida.
Espero que esto pueda comenzar a permear, para que no volvamos a escuchar lo que me dijo una directora de empleabilidad de una gran institución de educación superior, cuando me señaló «nosotros hace 20 años que usamos una plataforma de ofertas laborales», con tono de «lo tenemos todo resuelto», mientras sus estudiantes siguen siendo parte de ese 40% de la población que tiene serias dificultades para entablar relaciones saludables y de valor.
¿Será que podamos cambiar el statu quo de tantas instituciones para mirar el futuro? ya el tiempo nos lo dirá.