La salud mental se ha convertido en una pandemia global. Lo era antes del Covid-19 y se ha visto fuertemente acrecentada en los últimos años, dado el confinamiento, el distanciamiento social y el daño a nuestras relaciones interpersonales, que impactan fuertemente en nuestro bienestar psicológico y emocional.  

Si bien esta situación ha impactado a la población en general, se ha visto un incremento significativo en estudiantes y cuerpo docente de las instituciones formativas.  

Tanto es así, que un estudio realizado por las universidades de Los Andres y de Talca, han encontrado que un 54,6% de los estudiantes de educación superior, se encuentra con altos niveles de estrés. Un 37,9% padece ansiedad y un 37,1% está con depresión. Datos que han encendido las alarmas dentro de las instituciones y que se están buscando las maneras de prestar un apoyo adecuado, aunque se debe tener presente que esta situación está golpeando a la población de forma transversal.  

Estos cuadros que afectan la salud mental de los estudiantes se visualizan en un amplio espectro, desde el insomnio (32,5%) hasta el riesgo suicida (20,4%), lo que se ha constatado un crecimiento de las atenciones de salud mental, que casi se ha duplicado en los últimos 3 años.  

Con todo esto se hace vital el poder activar las redes de apoyo que ayuden a mejorar la calidad de vida emocional y psicológica de las comunidades educacionales (y de la población en general). Para ello hay algunas recomendaciones que se pueden seguir, tanto por las personas de forma individual, como por las instituciones de educación superior que desean tomar cartas en el asunto.  

En primer lugar, es fundamental que estemos atentos a nuestros estados emocionales, cambios en el ánimo, falta de energía, negatividad sobre las situaciones cotidianas, sensación extrema de soledad, entre otras. Todas estas situaciones pueden dar luces de requerir pedir ayuda.  

Lo segundo que podemos hacer es activar nuestra red de apoyo, es decir, acercarnos a familiares, amigos, docentes, etc, y contarles lo que estamos viviendo para poder recibir orientación, ayuda directa o personas que puedan estar atentas a nuestros requerimientos psicoemocionales.  

Desde el otro lado de la moneda, si nos damos cuenta de estos cambios en otras personas a nuestro alrededor, nosotros también podemos acercamos y ayudar a gestionar una red de apoyo para la persona.  

Si lo vemos desde el rol de las instituciones educacionales, lo primero es poder concientizar dentro de la comunidad educativa de estas situaciones, como parte de los requerimientos normales que podemos tener las personas, que son etapas y que debemos acudir a conversar y tener soporte emocional de amigos, familiares y la comunidad de la institución.  

No obstante, no basta con esto. Es fundamental contar con herramientas y sistemas que ayuden a medir e identificar estas situaciones, ya que muchas veces son vividas en silencio y sin sintomatología aparente, y nos enteramos solo cuando la situación ha llegado a cuadros graves o se ha genera una situación tan delicada como los intentos de suicidio.  

Para ello, implementar sistemas existentes en la actualidad, como la herramienta HPI Psyhealth, un instrumento para reconocer, retroalimentar y alertar sobre necesidades de salud mental y bienestar, son muy útiles ya que ayuda a focalizar los apoyos y monitorear el bienestar de la comunidad estudiantil. 

Todas las personas tenemos necesidades psicoemocionales, sobre todo luego de los últimos años que hemos vivido, por lo que lo mejor es acoger y tomar medidas proactivas que apunten a la prevención y la construcción de vínculos cercanos, afectivos y con habilidades para acompañarnos los unos a los otros.