La salud mental, un pilar esencial en el desarrollo de individuos, adquiere una significativa relevancia en el contexto de estudiantes de educación superior, quienes se encuentran en etapas cruciales de su formación académica, profesional y personal. Sin embargo, esta ha sido fuertemente impactada por múltiples factores, tales como la pandemia de COVID-19, las exigencias académicas, la inestabilidad económica, la carencia de apoyo social y las dificultades para acceder a servicios de salud mental adecuados.

Según un estudio de alcance dirigido por Martínez et al. en 2021, en Chile se observa una alta prevalencia combinada de malestar psicológico, síntomas depresivos y síntomas ansiosos en estudiantes de educación superior, llegando al 32,1%, 27,4% y 20,2%, respectivamente. Estos resultados son alarmantes, ya que pueden tener repercusiones adversas en el desempeño académico, la calidad de vida, la autoestima y aumentar el riesgo de suicidio entre los estudiantes.

Frente a esta crítica situación, es imperativo establecer estrategias integrales e intersectoriales para impulsar la salud mental y el bienestar de los estudiantes de educación superior, tanto a nivel individual como colectivo. Algunas medidas que pueden adoptarse son:

  1. Reforzar los equipos y redes de apoyo psicosocial en las instituciones educativas, incorporando profesionales especializados en salud mental, programas de prevención y promoción, espacios para la participación y el entendimiento, y protocolos para identificar, derivar y dar seguimiento a casos.
  2. Facilitar la colaboración entre las instituciones educativas y el sistema público de salud, simplificando el acceso oportuno y efectivo a servicios especializados de salud mental, garantizando el respeto de los derechos y preferencias de los estudiantes.
  3. Cultivar una cultura de cuidado mutuo y autocuidado en las comunidades educativas, promoviendo hábitos saludables, respetando los ritmos y necesidades individuales, fomentando la expresión de emociones y alentando la búsqueda de apoyo cuando sea necesario.
  4. Sensibilizar e informar a los estudiantes sobre la importancia de la salud mental, los factores que la impactan, los recursos disponibles y cómo solicitar asistencia, utilizando medios digitales, campañas educativas y talleres interactivos.
  5. Implicar a las familias en el proceso educativo y en el cuidado de la salud mental de los estudiantes, proporcionándoles orientación, respaldo y herramientas para promover un ambiente familiar positivo, una comunicación efectiva y una convivencia armoniosa.

La salud mental y el bienestar de los estudiantes de educación superior representan un reto apremiante que requiere el compromiso y la colaboración de todos los actores involucrados: autoridades, docentes, educadores/as, asistentes de la educación, familias y estudiantes. Solo a través de esta colaboración podremos edificar comunidades educativas más saludables, inclusivas y resilientes.