Mucho hablamos en educación sobre las brechas en el proceso de aprendizaje. Personalmente, trabajando con universidades en diferentes países, en todas partes es un desafío la nivelación de los nuevos estudiantes, brecha que muchas veces no solo no se logra subsanar, sino que termina por la deserción de estudiantes con bajo rendimiento, alimentando un ciclo de desigualdades, falta de oportunidades y pobreza.  

Pero miremos hacia la educación escolar. Claramente son muchos los desafíos y problemáticas en esta área tan importante y compleja de implementar con calidad. Sin embargo, al igual que una casa se debe construir desde sus cimientos, el proceso de aprendizaje también debe ser así.  

Entonces, consideremos que un alto porcentaje de la población no comprende lo que lee (analfabetismo funcional), y ahora veamos las cifras que muestran que estudiantes de 6, 7, 8 y hasta 9 años aún no saben leer, brecha claramente agudizada por los efectos de la pandemia de covid 19, que se ha tratado de nivelar con priorización curricular, y que sigue arrastrando importantes deficiencias.  

Así, si queremos pensar en las prioridades de política pública en educación, no se hace tan difícil encontrar el camino a recorrer: leer, leer y leer. Finalmente, es la capacidad de la lectoescritura la que habilita el aprendizaje de otras habilidades y conocimientos, tanto en la enseñanza de los primeros ciclos formativos, como también, aquellas habilidades que se espera de los estudiantes de cursos más avanzados.  

Es cierto. La formación docente y los sistemas de evaluación dejan mucho que desear y es algo en que se debe mejorar prontamente. Es verdad que el tema de financiamiento siempre es un asunto sensible, aunque es cosa de darse una vuelta por los establecimientos para percibir la cantidad de recursos perdidos y mal utilizados (tal vez no es falta de recursos, sino la forma en que se están usando).  

Así podríamos enumerar una serie de desafíos. Pero ¿qué tal si los próximos años el foco fuera que cada niño y niña alcance el más alto nivel de lectoescritura? ¿es algo loco? ¿es algo demasiado costoso? 

Las respuestas a estas preguntas las podemos visualizar con cierta facilidad. Si esto se hiciera estaríamos haciendo un nuevo cimiento para capacidades para las generaciones de los próximos 20 años, con más y mejores habilidades de aprendizaje, comunicación y comprensión del mundo que les rodea. No es ni loco ni caro hacerlo, solo falta visión y voluntad política.  

Tal vez si se sacaran los compromisos políticos y las consignas, para poner a las necesidades de las niñas, niños y jóvenes del país en el centro, sería más nítido el camino que se debe seguir. Tal vez, las autoridades podrían guardar la calculadora pequeña que llevan en el bolsillo, para abrir las páginas que encierran un mundo por ser descubierto, para sacar lo mejor de cada estudiante y, con ello, los talentos que construirán el futuro de nuestra sociedad.